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La influencia de la Industria Cultural en la idea de muerte (página 2)



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"La procesión del entierro en las calles de la
ciudad es ominosamente patética. Detrás del carro
que lleva el cadáver, va el autobús, o los
autobuses negros, con los dolientes, familiares y amigos. Las dos
o tres personas llorosas, a quienes de verdad les duele, son
ultrajadas por los cláxones vecinos, por los gritos de los
voceadores, por las risas de los transeúntes, por la
terrible indiferencia del mundo. La carroza avanza, se detiene,
acelera de nuevo, y uno piensa que hasta los muertos tienen que
respetar las señales de tránsito. Es un entierro
urbano, decente y expedito.

No tiene la solemnidad ni la ternura del entierro en
provincia. Una vez vi a un campesino llevando sobre los hombros
una caja pequeña y blanca. Era una niña, tal vez su
hija. Detrás de él no iba nadie, ni siquiera una de
esas vecinas que se echan el rebozo sobre la cara y se ponen
serias, como si pensaran en la muerte. El campesino iba solo, a
media calle, apretado el sombrero con una de las manos sobre la
caja blanca. Al llegar al centro de la población iban
cuatro carros detrás de él, cuatro carros de
desconocidos que no se habían atrevido a
pasarlo.

Es claro que no quiero que me entierren. Pero si
algún día ha de ser, prefiero que me encierren en
el sótano de la casa, a ir muerto por las calles de Dios
sin que nadie se dé cuenta de mí. Porque si amo
profundamente esta maravillosa indiferencia del mundo hacia mi
vida, deseo también fervorosamente que mi cadáver
sea respetado."[3]

Jaime Sabines, deja en claro el respeto hacia el proceso
fúnebre que describe, al mencionar que su cadáver
deba ser respetado, cuando comenta que ningún coche sobre
pasa el ataúd de la presunta niña que lleva el
papá en el hombro.

La variante del ritual fúnebre entre la ciudad y
la provincia, cambia en que los pobres solo podían
(pueden) ofrecer unos ritos fúnebres muy modestos, en
contraste, lo único en lo que no cambia es la
dinámica de la creencia colectiva en la muerte, donde en
ambos casos coexisten 3 elementos, que según Robert Hertz,
"no tienen valor absoluto, pero facilitan la exposición de
los hechos, el cuerpo del difunto, el alma y los
sobrevivientes"[4], estos últimos, por
así decirlo, son los encargados de realizar el ritual
fúnebre.

Ya en los siglos XVII y XVIII de la Nueva España,
el culto colectivo a la muerte empezó hacer cada vez
más común, y con ello, la muerte pierde ese temor e
imponencia y se comienza a basilar con la representación
de calacas, calaveras cráneos y todo aquello relacionado
con la masa ósea. "La muerte no fue más que el
destino de ricos y pobres que estaba entremezclado en el juego
metafórico y las inversiones simbólicas entre
pobreza mundana y la riqueza
espiritual."[5]

Capítulo II

La Muerte en el
Porfiriato y la Revolución

Con la llegada del periodo conocido como el Porfiriato,
la vida social, política y cultural de México
daría un giro euro centrista.

Las ideas de la ilustración hicieron que las
ciencias, las artes y la cultura occidental progresaran en
México, la obstinación de afrancesamiento que el
general Porfirio Díaz, presidente de México
quería para el país, dio lugar a obras
arquitectónicas de gran calidad, y a la diversión
aburguesada para los mexicanos de la ciudad, además de la
apuesta a la entrada de empresas transnacionales a México
que daría facilidad a los empresarios de incursionar en el
ámbito de la industria cultural, a esto Horkheimer y
Adorno daban testimonio del intenso lazo entre la industria
cultural y la política, añadiendo: "La
desconsiderada unidad de la industria cultural da testimonio de
la que se cierne sobre la vida
política"[6]

Los elementos occidentales principalmente para las
clases altas eran innovadores e incursionarían en las
creencias y costumbres de México, de esta manera se
jugaría una dialéctica de las costumbres, entre lo
que ya estaba establecido a raíz de la nueva España
y lo moderno que traía el Porfiriato.

Esta clase social daría otro sentido a las
festividades del día de muertos, como lo menciona
Héctor Zarauz, que escribe al respeto: "La gente "bien",
imbuida de las formas de comportamiento modernas importadas de
Europa, se alejó del espiritualismo de indios y
españoles, dando un carácter banal a esta
fecha."[7] Otro elemento que se integro a las
altas clases sociales de la ciudad de México, fue el
vestir de negro durante las fiestas del día de muertos
celebradas en noviembre, esto no fue más que
"…echar mano de la categoría de productos de masa
que ha sido fabricada para su tipo".[8] Este
concepto europeo trajo a los modistas y sastres buenas ganancias
en aquel periodo.

En contraparte, la sociedad de clases bajas, cada vez se
hacía más pobre y con ello los diarios nacionales
se convirtieron en los portavoces del pueblo que expresaban sus
reclamos mediante la figura de la muerte como sátira
política, lo chusco que mostraba el "monero" en sus
dibujos reflejaba la realidad entre el contraste de los ricos y
los pobres. La impunidad de aquel entonces detonaría la
Revolución Mexicana y la muerte seria una imagen cotidiana
en la ciudad de México.

Las Calaveras como idea mexicanizada de la
muerte

Las calaveras como figura y/o concepción de la
muerte, daría paso a mediados del siglo XVIII y principios
del XIX en la conformación de una imagen mexicanizada de
la muerte, pues, los esqueletos empezarían a ser plasmados
en las Artes como en cuadros de arte sacro, en poesías y
narrativas, e inclusive , en las historias contadas y escritas
donde se narraban los placeres mundanos de los habitantes
mexicanos que eran castigados con la muerte y de esta forma aquel
hombre que moría a causa de un vicio reencarnaba en la
imagen de una calavera viciada.

Esta idea de representar a los muertos con huesos
humanos y no con otro símbolo, es fundamental, para el
estudio de la colectividad hacia la muerte, Robert Hertz,
menciona que el muerto no muere hasta que solo quedan los huesos,
estos restos humanos determinan la fase final de toda ritualidad
que se le da al cadáver, por lo que la piel es un elemento
vivo y los huesos un simbolismo de muerte. "Las sepulturas, tiene
el mismo objeto, que es ofrecer al muerto una residencia
temporal, en espera de que concluya la disolución del
cuerpo y solo queden los huesos"[9].

El ponerle una botella de Tequila, un cigarro, un
sombrero de charro a una calaca representaba la colectividad de
una nación identificada con sus vivos y aun después
con sus muertos.

El papel del "monero" como aportador de la imagen
mexicanizada de la muerte.

No fue hasta la idea de la muerte como calavera se
extendió tanto que en los diarios de la ciudad de
México como en El Padre Cobos, donde grandes grabadores
como José Guadalupe Posada, impactó con sus dibujos
que satirizaban al político mexicano, a los pobres, sin
respetar oficios ni clases sociales que se veían
representados con rasgos de calaveras. A esto Héctor
Zarauz, comenta: "Las calaveras satíricas de Posada tienen
la misma intención burlesca de los poemas tradicionales
que, desde siglo XI, se recitaban el día de
muertos".[10]

Otros importantes monenos que permearon en la
creación de las calaveras, destacan, Gabriel Vicente Gaona
y Manuel Manilla.

El impacto de los trabajo del moneros no solo quedaba en
los diarios, sino que dieron paso a que artistas plásticos
de la talla de Diego Rivera y Orozco los adoptaran en sus frescos
y murales como representación de la muerte mexicana, en el
periodo posrevolucionario.

La festividad de la muerte.

En el México revolucionario la muerte
adquirió en la sociedad de aquel entonces un
carácter festivo, alegre sin penas ni lamentos. Este rito
de festividad permeo en aquellos individuos que en ese momento de
celebración no tenían penas o lamentos por la
muerte de algún ser querido, pues de lo contrario, el
individuo juega un duelo que debe sanar no por la vía de
la festividad, a esto Araceli Colín menciona: "Hay muertes
festivas porque el imperativo festivo del rito impone una
significación que viene de otra parte, pero no hay duelos
festivos."[11] El hecho de que el mexicano celebre
la muerte no significa que no llore por ese mismo concepto
gramatical, pero que de cierta forma representa un culto
colectivo bipolar, entre el duelo del pésame y el de la
celebración en las culturas populares.

En parte, el cristianismo es el culpable de que la
sociedad crea en la muerte como una gran mentira, pues la
resurrección niega a la muerte, eternizando así a
los seres queridos, de esta forma si no se supieran las sequias
del rito fúnebre se creen en la vida en la "otra vida" en
el más allá, donde algún día los
vivos podrán reunirse con sus muertos, no por ello la vida
se tiene que tornar insistentemente como finalidad la
muerte.

En la ciudad de México el catolicismo desde la
conquista evoco la muerte como algo sagrado, aunque ya lo fuera,
se fusiono con lo sagrado del sacrificio prehispánico; en
la revolución la muerte como fenómeno cotidiano en
las calles y colonias de la ciudad involucraría una
festividad a la que todas las clases sociales estarían
invitadas a celebrar.

Los infantes que morían en la ciudad de
México, llamados "angelitos" son ejemplo clave para ver la
festividad, se debe distinguir entre "la noción festiva
del cristianismo sobre el duelo de los infantes que no recubre la
noción de fiesta ritual"[12] los angelitos
eran motivo de alegría, pues se creía que
ascendían al cielo.

Elementos fotográficos de la época
pos-revolucionaria muestran al angelito retratado con su familia,
símbolo de recuerdo y de festividad, ya que se
creía que para los padres del niño muerto era un
momento de partida no de vuelta.

La muerte en la artes.

Con la llegada de artistas europeos a México, las
artes se empezaron a diversificar en clases sociales, por un lado
lo nuevo y occidental fue formando parte de una cultura a la que
solo los ricos tenían acceso, mientras que las creencias
prehispánicas y las que se fueron agregando hasta la
revolución se convirtieron en una especia de cultura
popular de la cual todas las clases sociales tenían
acceso, pero que la burguesía sustituyo con la modernidad
que ofrecía el gobierno porfirista y los productos de
empresas extranjeras que llegaba al país.

La Muerte en las artes mexicanas es un punto en el que
se demuestra la festividad, el trabajo del monero fue detonante
como icono, pero de igual forma, en la poesía, las
leyendas, la fotografías, pinturas y con más fervor
en la música como la creación de corridos populares
sería una forma de contar a la gente las muertes de
dirigentes y políticos que tuvieron importancia en el
movimiento revolucionario o bien simplemente se tenía como
objetivo satirizar a la muerte y fundirla con la valentía
de los caudillos revolucionarios a quienes se les ponía
precio su cabeza.

Capítulo III

La industria
cultural en las costumbres y rituales actuales

En la actualidad explicar la idea de la muerte en la
ciudad de México resulta difícil, pues en una urbe
con más de 11 millones de habitantes las divergencias en
torno a las clases sociales y costumbres son variadas. El Estado
como factor controlador de masas ha hecho en la
administración cultural un enfoque en la producción
material, cuyos beneficiarios son la clase empresarial por el
tipo de sistema político en el que se encuentra el
país.

El Día de Muertos

El día de muertos es un ejemplo claro donde se ve
la aplicación de administración cultural que han
modificado el culto a los muertos por un concepto de consumismo,
es por eso que en el mes de Noviembre está destinado a el
día de muertos, tradición mexicana que se inicia
desde tiempos novohispanos, fray Diego de Durán
señala, "en los meses noveno y decimo del calendario
antiguo estaban dedicados a Miccailhuitontli, vocablo
diminutivo que quiere decir "fiestecita de
muertos".[13] Aunque el intercambio cultural con
Estados Unidos por ser un país vecino territorialmente e
ideológicamente ha hecho que el Halloween tenga presencia
en el mes de Octubre y en los primeros días de noviembre,
que se cruzan con el día de muertos.

En México, "podemos observar las variantes de
esta magnífica fiesta en diversos estados de la
República, ya que las tradiciones de cada pueblo
varían como resultado de la memoria histórica de
los factores económicos sociales y de los recursos
naturales propios".[14]

Los primeros días de noviembre la mayoría
de los habitantes de la ciudad de México asisten a los 115
panteones, 99 civiles y 16 privados que existen en la ciudad, la
dinámica de visitar a los muertos puesto que en esos
días regresan del inframundo es una de las actividades que
los comerciantes aprovechan para ofrecer sus productos; la flor
de cempasúchil, es comercializada al exterior de los
panteones, en los mercados y tianguis de la ciudad. Esta flor en
la cultura popular actual se cree que es elemento vital para
llamar a los muertos hacia las ofrendas que se ponen en las
tumbas de los panteones y en los atrios que se colocan en las
casas de la familia del muerto, de esta forma, el ritual que se
hace en México para llamar a los muertos al banquete en su
honor representa la principal finalidad del día de
muertos:

"La transportación del cadáver hacia su
morada podía ser uno de los actos más importantes
dentro del protocolo, pues brinda la oportunidad a los vivos de
rendirle al muerto un sentido de
homenaje."[15]

La industria cultural en los elementos que a
través de los años han conformado a la idea de la
muerte como una cultura popular en la ciudad de México es,
sin embargo, el detalle técnico sobre la obra, que un
día fue una idea y ahora es un objeto propio de consumir
para engaño de plasmar la idea. Los productos que la
sociedad ha adquirido a través de los años como
elementos del día de muertos y del Halloween son el
resultado del mercado que exhibe al consumidor cientos de
elementos para exponer en la ofrenda del día de muertos.
Esto ha provocado la competencia no solo entre los comerciantes
que ofrecen productos para la ofrenda, sino, también,
entre las ofrendas de las familias de la ciudad, es decir
mientras más elementos se tengan en la ofrenda, es mas
exponente, implica un gasto mayor, y se ve reflejado en el
consumismo.

La familia que pone una ofrenda más ostentosa no
es el equivalente a un homenaje ostentoso que se le ofrece al
muerto, sino, más bien, una demostración del poder
adquisitivo que se tiene ante las demás clases sociales y
e individuos de su misma clase.

El ritual funerario en la ciudad de
México.

La familia y su participación en el
"duelo"[16] de un ser querido, está
estrechamente relacionado con el poder adquisitivo y las formas
de producción económica. En el ritual funerario
actual, implícitamente es un camino que comienza desde la
muerte de un ser querido hasta el lugar donde permanecerán
sus restos. Dentro de ese periodo que comprende de varios
días, existen empresas que garantizan comodidades a los
vivos que están en duelo con el muerto.

Se puede contar con los servicios de
transportación del cadáver hacia el cementerio o
funeraria, venta de espacios en cementerios, nichos,
etcétera; de igual forma se rentan salones para que el
muerto pueda ser velado, a veces el café para los amigos y
familiares del difunto es gratis.

Afortunadamente, el ritual funerario puede variar
dependiendo de la clase social de la familia del difunto, se
tiene la opción de ofrecer a los vivos las comodidades
para llorarle a su ser querido o no.

El rito, es en este caso, va de la mano con las
necesidades económicas de la familia del difunto, si no se
cuentan con los recursos, el ritual funerario no deja de perder
el sentido, en algunos casos los vecinos que asisten son los
encargados de cargar el ataúd, ahí la
dinámica cambia, pues nadie paga los servicios funerarios,
a pesar de ello, sólo existe el costo del ataúd y
de la comida que se ofrezca a los vecinos o familiares que
acompañen al muerto en su transición hacia el
más allá.

Capítulo IV

La Muerte
santificada, negocio de particulares

La muerte ha trascendido en México, la creencia
en la figura de la muerte y su santificación legitima, han
hecho del esqueleto una Santa Muerte.

Entre los devotos de la también llamada
"niña blanca", se encuentran delincuentes, secuestradores,
narcotraficantes y demás sociedad que se ha identificado
con la Santa Muerte como una madre protectora, solapadora de lo
ilícito.

Lo que hace peculiar a este culto de otros, es que
implica un gasto mayor en las ofrendas y altares para esta
imagen.

Los mismos devotos han hecho de este culto un negocio
particular, pues, las ofrendas hacia la santa muerte conllevan
una serie de elementos que son especiales para la santa muerte,
de tal manera que se han podido categorizar y clasificar los
elementos.

Prueba de ello son las veladoras de diferentes colores
con la imagen de la santa muerte, pues según Oriana
Velázquez en el libro "El libro de la Santa Muerte",
detalla la presencia de una luz en la ofrenda de la santa muerte
que significa la presencia y protección día y noche
de la niña blanca. Menciona que debe de estar presente un
foco que ilumine el altar o bien una veladora blanca con el
logotipo de la Santa Muerte, "Así se debe tener una vela
blanca de parafina o de cera blanca con insignias de la Santa
Muerte…"[17]. Otro elemento que
también está presente dentro del altar a la
Santísima son las fragancias o aromas, "se aconseja porque
es el medio por el cual se personalizan los altares, se
recomienda usar un poco del perfume personal del creyente que
pone la ofrenda o la esencia de la Santa
Muerte"[18]. Las casas esotéricas, o
tiendas esotéricas es el principal lugar donde se
comercializa este tipo de productos que echan mano de los
rituales de la santa muerte, aquellos lugares, son en su
mayoría negocios de personas que creen en la Santa Muerte
y que por su fe y experiencia en el manejo de los productos se
les facilita la venta a los clientes que pueden ser devotos o
simplemente curiosos.

La clasificación de los productos en la industria
cultural es "echar mano de la categoría de productos de
masa que ha sido fabricada para su tipo". Si bien este tipo de
industria hace que los consumidores se vuelvan distribuidores por
la creencia, en este caso en la Santa Muerte.

Conclusiones

En los tres ejes históricos que se pueden
encontrar en este ensayo (la Colonia, el Porfiriato y la
Actualidad podemos ver una división entre clases social
que por la diversidad de visiones en la muerte, esta se integra
de diferente manera a cada grupo social. Incluyendo de fondo una
industria reguladora que busca complacer las demandas de ricos y
pobres con elementos categóricos que satisfacen la demanda
de un público creyente aferrado a sus costumbres y
tradiciones, pero que de manera inconsciente cambian debido a la
cotidianidad con la que nos relacionamos con este tipo de
productos.

Podemos concluir que la muerte como
representación colectiva es vista de dos maneras, la
primer quien sufre la pérdida de un ser querido y entra en
duelo, los familiares, deudos, amigos, parientes mantienen una
cosmovisión muy diferentes de aquellas personas que no se
encuentran en duelo pero que sin embargo la muerte se les
presenta como una cuestión festiva.

Podrán existir casos en donde la muerte conjunte
lo festivo con el duelo, ejemplo claro es la muerte de los
niños llamados "angelitos", porque ahí el duelo es
festivo.

Equivocadamente podemos encontrar una sola
concepción de muerte, pero acertadamente pudimos recopilar
los elementos y rituales donde la muerte muestra su presencia. En
la ciudad de México podemos decir que se vive la muerte
muy de cerca, en parte la industria cultural mantiene viva las
costumbres a una manera diferente a como fue en sus
principios.

 

 

Autor:

Kristian Misael Villasenor
Olvera

[1] Martín Carrillo, Casa de Juan
Gracian, Alcalá de Hernares, 1615, s/página;
citado en Claudio Lomnitz (2006), Idea de la Muerte en
México, CFE, México, p.215

[2] Adorno, Theodor (2003), Consignas, Ed.
Amorrortu, Madrid, España, pag.13

[3] Pilar Jiménez Trejo(1999), Jaime
Sabines Antología Poética, FCE, México,
p.136

[4] Hertz, Robert, (1990); La Muerte y la
Mano derecha, Alianza-CONACULTA, México, p.19

[5] Claudio Lomnitz (2006), Idea de la Muerte
en México, CFE, México, P.219

[6] Max Horkheimer, Theodor W. Adorno,
(2005); Dialéctica de la Ilustración, Ed. Trotta,
Madrid, España P.168

[7] Claudio Lomnitz, op.cit., p.215

[8] Max Horkheimer, Theodor W. Adorno,
op.cit., p.168

[9] Hertz, Robert, (1990); La Muerte,
Alianza-CONACULTA, México, p.35

[10] Claudio Lomnitz, op.cit., p.145

[11] Colín, Araceli, (2005);
Antropología y Psicoanálisis: Un dialogo posible
a propósito del duelo por un hijo en Malinalco, UAEM,
Estado de México, P.74

[12] Colín, Araceli; op.cit. p.76

[13] Durán, (1967), p.269, citado en:
Ramos Galicia, Yolanda (1992); Dos ofrendas de día de
muertos en el Estado de Tlaxcala, INAH, México, p.9

[14] Ramos Galicia, Yolanda (1992), op.cit.
p.12

[15] Zarate, Verónica (2000); Los
nobles ante la muerte en México, actividades, ceremonias
y memorias, 1750-1850, El Colegio de México. Instituto
Mora, México DF. P.243

[16] Véase en Robert Hertz,(1990); La
Muerte, Alianza-CONACULTA, México, p.35 donde menciona
que el duelo es no es más que la réplica directa
en la persona de los vivos, del propio estado del muerto, dicho
de otra forma el vivo se refleja como si hubiese muerto.

[17] Oriana Velázquez, (2005); El
libro de la Santa Muerte, editores mexicanos unidos. a;
México, DF, p.25

[18] Ibídem, p.29

Partes: 1, 2
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